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Cuando Nimai era un niño, a veces se disfrazaba con una manta y entraba en la huerta de plátanos de la casa de un vecino. Empujando con la cabeza, solía tumbar los árboles de plátanos. Los vecinos salían y pensaban: "¡Un toro debe haber entrado y destrozado nuestro jardín!" En estos pasatiempos, el Señor les enseñaba a sus devotos: "Estoy destrozando todos sus árboles de plátanos que serán utilizados para un propósito diferente al de Mi servicio. En el sentido más elevado, ustedes son mis asociados eternos y puedo hacer cualquier cosa con sus posesiones para satisfacer mis efímeros placeres".
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